martes, 22 de diciembre de 2015

XI

Soy el mendigo espiritual
de mis pecados,
ya lejano,
de pie, parado,
luchando por reencontrar
el sendero;
viéndolo claro,
en frente, recto y estrecho.
Extraviándome siempre que lo alcanzo.

Soy lo que queda con vida
de mi vida,
los huesos del cadáver,
el humo de las brasas,
el agujero negro
de la estrella.

Persisto, pese a todo;
contra todo, sobrevivo.
Todavía me levanto
cada mañana,
y me enfrento
a mi peor enemigo
cada noche,
sin demasiada esperanza.

Soy la herencia espiritual
de mi pasado.
Siento desmoronarse
el magnífico edificio.
Y aún puedo prever
la ruina existencial
de mi futuro.


Soy el mendigo espiritual
de mis pecados,
de pie, parado,
viéndolo claro…
Extraviándome
siempre que lo alcanzo.

jueves, 17 de diciembre de 2015

X

En oscuras tempestades
has morado largas noches que parecían
inacabables. Y luego, ya acabadas, inconclusas.

En tenebrosos laberintos de zarzales
has llagado mil veces tu cuerpo.
En llamas hueras
has quemado, muy adentro, tu carne…

Y a veces, a veces, algo te decía:
¿hacia dónde vas?
Y, pasmada, pensabas que no lo sabías.

En antiguas veredas,
vastas como estadios de tan pisadas,
has porfiado,
hollando el camino de la
desesperanza.

En grave peligro
has transitado siempre.
Esperando que Dios viniera a ti
y te salvara. Y entretanto
tú misma te matabas.

Aunque a veces oías una voz que te decía:
¿Hacia dónde andas?
Pero, confusa, nunca respondías.

¡Qué necia!
¡Qué ignorante!
¡Qué pobre mula equivocada!

Ayer salió un momento el sol
con su luz tan bella, tan alta, tan brillante,
y al verlo propusiste: “Elijo ser mejor.”
Y sé que creías que intentarlo
no puede ser tan malo.

Cuando retornen las oscuras tempestades
le rezaré al Dios que nunca sale a tu encuentro
y le pediré, con la tenue y secreta voz
del pensamiento, que no duren tanto como antes.